Si alguien quiere conocer cuál es la esperanza de salvación para los niños que mueren sin bautismo, puede hacerlo haciendo click aquí, donde les remitimos a las conclusiones de la Comisión Teólogica Internacional, que no forma parte del Magisterio de la Iglesia pero que tiene una indudable autoridad.
Pero hoy en el día de los Santos Inocentes queremos dar un paso más y señalar que la caridad, en la medida que viene de Dios y es infusa, está presente en toda forma de vida cristiana. Y lo mismo que hemos de rezar por las almas del purgatorio, rogando a Dios su purificación y su redención final con la entrada en el Cielo, hemos de rezar por las almas de los infantes asesinados por sus propios progenitores, no menos que por supuestos médicos, dedicados a la muerte más que a la vida. Esas almas son inocentes. No han hecho ni bien ni mal. Pero Dios es omnipotente y puede regalarles la vida sobrenatural a la que estaban llamados pero que no pudieron validar con méritos propios. En el Cielo todos entramos por causa de los méritos de Cristo y los méritos que personalmente podamos exhibir están pagados y purificados con su Sangre por lo que primero son un regalo, sólo después un mérito, como explica Tomás de Aquino al hablar de cómo es el mérito sobrenatural.
Recemos en el día de hoy no sólo por las almas del purgatorio, sino también por los que han convertido el aborto en una industria; por las madres que han abortado; por los padres que lo han propiciado y/o consentido; por los médicos dedicados no a sanar sino a torturar; por los políticos que han votado o se han abstenido a favor de las leyes del aborto; por las autoridades que han informado a favor de esas leyes; por quienes las han sancionado y por quienes las han publicado. Darán cuenta hasta de la última coma. Recemos por ellos para que cambien y se arrepientan de lo que han hecho porque todavía pueden alcanzar misericordia.