En el día de hoy, festividad de Santa Faustina Kowalska, he pedido a Dios gracia para, por la intercesión de santa Faustina, determinar un tema para publicar en esta web algún post que pudiera ser útil o interesante para que sea incrementado el número y calidad de las oraciones por las almas del purgatorio.
Para eso lo que he hecho ha sido utilizar el libro «La Divina Misericordia en mi alma», y buscar en él al azar algún texto que pudiera tener relación con el tema que nos ocupa.
Con el referido régimen de casualidad, que es causalidad, el texto que me ha surgido es este que reproduzco:

Haciendo uso de este texto me parece que cabe una reflexión, y es que se puede orar por las almas del purgatorio, rogando a Dios la aplicación específica de los beneficios de esta oración para quienes cometieron determinados pecados, y por tanto pedir, en el día de hoy, y muchos otros días de aquí en adelante, por quienes están en el purgatorio a causa de pecados específicos. En este caso, los contrarios a la Santa Pureza.
Un pecado de muy frecuente comisión, o más bien un grupo de pecados, son los que se cometen contra la santa pureza. El sexto mandamiento, y sus consecuencias específicas sobre la conducta, puede decirse que están olvidados, porque, al menos en mi experiencia, los curas «modernos», que no son pocos, tienden a predicar sobre la solidaridad y la necesidad de ser buenos en general, pero no en términos específicos. No hablan de pecado. Las prescripciones exactas de los Diez Mandamientos, que mucha gente no sabe ni siquiera lo que son, entre otras cosas porque no están bautizados, a pesar de ser hijos de padres que sí están bautizados, son muy específicas al configurar las exigencias de Dios respecto del sexo. Poniéndolo sencillo, el sexo es para la reproducción y para nada más. No es una herramienta de placer: es un altar en el que surge una nueva vida. Como sobre este tema no va a este post, lo dejaré simplemente enunciado, con remisión al catecismo de la Iglesia Católica (números 2331 a 2400), así como al Catecismo de San Pío X, que puede encontrarse en la web del dicasterio para el clero, porque la doctrina ni ha cambiado ni puede cambiar.
Concentrándonos en el caso de los que están allí por pecado leve, lo cual es bastante raro en este tipo de pecados porque no admiten parvedad de materia, lo primero que hay que decir es que será por asuntos igualmente leves, lo que – repito- en estas materias no será fácil. Pero es posible, no tanto por la materia en sí como si no por la inadvertencia. Como todo el mundo sabe, para que haya un pecado grave no basta que la materia sea objetivamente pecaminosa -esto es, que el hecho en sí sea pecado (pecado objetivo)- sino que además es necesaria mala voluntad, querer el hecho en sí a pesar de que sea pecado. Y para que esto suceda es necesario que haya conciencia de que se está cometiendo un pecado.
También hay en el purgatorio muchas almas que, habiéndose arrepentido de sus pecados, habiendo confesado, aún necesitan purificación por causa de pecados de esta índole: «1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo».
A estas almas es a las que me estoy refiriendo. Tenemos obligación moral, fundada en la caridad, de rezar y ofrecer sacrificios por las almas que están en el purgatorio, y podemos hacerlo de un modo muy sencillo, que es ofreciendo por ellos indulgencia plenaria, o indulgencias parciales: rezando y haciendo rezar por sus almas, que están impetrando la Misericordia de la caridad, un ejercicio de amor que Jesucristo mismo ha querido dejar en nuestras manos, para que seamos nosotros los que, rogándole a Él, obtengamos mérito para nosotros y gloria para los que están en el purgatorio, con alivio de sus almas y mejoras de la comunión de los santos, para que la Iglesia sea cada día más fiel a lo que el Señor le ha pedido.
Estos nuevos santos, que por los méritos de Cristo saldrán del purgatorio y entrarán en el Cielo, ayudarán a que la sangre viva de Éste penetre en nuestras sociedades y limpie el asqueroso ambiente de impureza que nos circunda, ayudándonos a convertir cada vez a más gente. En el aniversario de la canonización de San Josemaría Escrivá de Balaguer, que también es hoy, 6 de octubre, quiero traer a colación esta cita de Camino:
¡Qué hermosa es la santa pureza! Pero no es santa, ni agradable a Dios, si la separamos de la caridad.
La caridad es la semilla que crecerá y dará frutos sabrosísimos con el riego, que es la pureza.
Sin caridad, la pureza es infecunda, y sus aguas estériles convierten las almas en un lodazal, en una charca inmunda, de donde salen vaharadas de soberbia.