Son bastantes las traducciones que se hacen de las palabras de nuestro Señor Jesucristo cuando éste, en las bodas de Caná de Galilea, se refiere a su madre llamándola “mujer” en vez de “señora”, “madre”, o expresión semejante.
Parecen una irreverencia del hijo de Dios respecto de la madre de Dios.
Las traducciones que se vienen haciendo del texto canónico griego son tan peregrinas que vale la pena hacer un comentario sobre lo que de verdad dijo nuestro Señor Jesucristo cuando se dirigió a su madre, un poco antes de convertir el agua en vino.
Conviene recordar la escena. Sólo la refiere San Juan. No está en los evangelios sinópticos. Los novios se han quedado sin vino. La Virgen María estaba en la boda, a la que también acudieron invitados su hijo Jesucristo y los discípulos de éste. Ante la falta de vino, la Madre de Dios se dirige a su hijo y simplemente le indica una maternal sugerencia: «no tienen vino». Es algo muy natural para una madre, especialmente para una madre delicada, como era la Virgen María, a la que le basta con decir que los novios no tienen vino para hacer notar a su hijo que espera algo de Él. Ese es el contexto de la respuesta del Ungido, que le dice a su madre:
τι εμοι και σοι γυναι ουπω ήκει η ωρα μου
Este es el texto canónico griego que ha llegado hasta nosotros y que tenemos que respetar.
La cuestión está en que este texto de San Juan, precisamente por ser de San Juan, esta pensado en hebreo y escrito en griego.
San Juan era un hebreo que pensaba en hebreo y, cuando escribía en griego, traducía mentalmente lo que escribía.
El efecto que se produce es el mismo que cuando un español que no sabe muy bien el inglés genera una frase no es del todo correcta. Por ejemplo como cuando un español dice: “póngame a los pies de su mujer”. No se puede traducir literalmente como si uno dijera «Put me at the feet of your wife». Esto es algo que haría el traductor de Google, pero no es una traducción correcta. Requiere una traducción del sentido respetuoso de la expresión utilizada.
Eso es lo que le sucede a San Juan: que piensa en hebreo y más concretamente en galileo, pero escribe en griego, un idioma que se acomoda mal para traducir expresiones galileas. Es desde ese punto de vista como tenemos que comprender la anterior frase griega. Los hebreos modernos componen esa frase diciendo esto:
מַה לִּי וָלָךְ, אִשָּׁה?
La frase, pronunciada respecto de su madre, no es en modo alguno irreverente, sino todo lo contrario, porque en hebreo la expresión וָלָךְ? debe traducirse por “¿y usted?”, que es forma aplicable sólo a los varones. Y de aquí que nuestro Señor Jesucristo añada también אִשָּׁה y no diga sólo וָלָךְ?, sino que utilice la forma compuesta וָלָךְ אִשָּׁה? De esta forma deja claro que no se refiere a un varón sino a una mujer.
En otras palabras: cuando nuestro Señor Jesucristo dice “y usted mujer”, lo que está utilizando es una expresión galilea, que es en sí misma una derivación del dialecto arameo-galileo propio de los tiempos de nuestro Señor Jesucristo para, en vez de llamar a la mujer de tú, llamarla de usted. Para eso tiene que añadir la palabra “mujer” (“usted mujer”, no sólo usted) porque no hay forma femenina para el usted en ese dialecto que no sea “usted mujer”. “Usted» es por principio el varón.
De aquí que no estemos ante una irreverencia, sino ante todo lo contrario: ante la única forma posible de expresar dignidad en el idioma en que las palabras fueron pronunciadas.
Ocurre que en griego la referida forma de expresarse en Galilea, traducida literalmente por Juan, suena raro.
Y si encima se traduce al español sin atender al sentido, suena todavía peor, o más aún: se traduce mal, con error de concepto, no sólo de estilo.
La mejor traducción que conozco ‒una vez más‒ es la de San Jerónimo, en la Vulgata, que es esta:
“Quid mihi et tibi est mulier?”
Que yo a mi vez traduciría así:
“Y a nosotros Señora ¿en qué nos afecta?”
Espero con esta breve explicación haber señalado, no sólo el sentido de las palabras y su estilo, sino el fundamento de lo que habitualmente se entiende mal y debe entenderse bien, y es que nuestro Señor Jesucristo se refirió a su madre con exquisito respeto, en los términos propios de su lenguaje. Si los traductores no lo han sabido entender, o si San Juan no tenía ninguna manera de expresarlo mejor en griego, es cuestión distinta.