No se crea que es fácil sacar cada día un alma del purgatorio.
Satánas está empeñado en impedirlo. Por tanto tendrá usted dificultades para practicar las obras de misericordia que son necesarias para sacar almas del purgatorio.
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Efesios, VI, 12.
La dificultad en algunos países estriba en que no hay sacerdotes, y por tanto no hay misas. Ni confesiones.
Pero en la mayoría de los sitios el problema es la pereza. Eso de ir a misa todos los días y confesar con frecuencia, rezar por el Papa a diario y rezar el rosario en familia o en un templo, o hacer via crucis, NO ES FÁCIL. Viene la pereza y se lo come todo.
Por eso le sugerimos dos cosas. La primera, que haga peña con otros. Que vaya a misa con su mujer, o con una amiga, o con un hermano. Esto ayuda a no fallar y multiplica el número de intercesores por la almas del purgatorio.
La segunda, que ofrezca la redención por almas concretas. Empiece por su familia. Ofrezca una indulgencia plenaria por el alma de ese familiar que falleció. O de ese amigo. O de ese vecino. CONCRETAR AYUDA MUCHO. Usted puede concretar por quién quiere ofrecer la indulgencia plenaria que ha lucrado. Puede ofrecer la indulgencia plenaria por éste o por aquélla. En el purgatorio no ha peleas pero si por algo podría haberlas es por hacerse con su indulgencia innominada. Ofrézcala por alguien concreto.
Y apúntelo. Ayuda mucho tener una lista de personas por las que en determinado día y hora se ha ofrecido una indulgencia plenaria. No es por vanidad. Es para concretar y por motivarnos a tener metas concretas, no objetivos difusos.
Le aseguro que cuantas más almas saque del purgatorio, más almas querrá sacar. Como Tobías padre:
«En los días de Salmanasar hice yo muchas limosnas a mis hermanos de raza; 17.di mi pan a los hambrientos y vestido a los desnudos; y si veía el cadáver de alguno de los de mi raza arrojado extramuros de Nínive, le daba sepultura. 18.Enterré igualmente a los que mató Senaquerib (cuando vino huyendo de Judea después del escarmiento que hizo contra él el Rey del Cielo, a causa de sus blasfemias. Senaquerib, en su cólera, mandó matar a muchos israelitas); y yo sustraje sus cuerpos y los enterré. Senaquerib los buscó sin encontrarlos. 19.Un ninivita fue a denunciarme al rey de que yo los había enterrado en secreto. Cuando supe que el rey tenía informes acerca de mí, y que me buscaba para matarme, tuve miedo y escapé. 20.Me fueron arrebatados todos mis bienes; nada quedó sin confiscar para el tesoro real, salvo mi mujer Ana y mi hijo Tobías.»
Tobías, I, 16 – 20.