Hoy la Iglesia de Jerusalén celebra desde hace siglos la festividad de San José de Arimatea y Nicodemo. El primero, José de Arimatea, no le negó en el juicio injusto que le promovió el Sanedrín y se jugó todo lo que tenía para dar al Cuerpo muerto del Ungido, Dios hecho hombre, la digna sepultura que su Padre Dios le había preparado: el mejor sepulcro de la Jerusalén de entonces, que José de Arimatea había preparado para sí mismo, y que cedió a su verdadero dueño, porque es señor de todas las cosas: Jesucristo. Compró la Sábana Santa y con ella amortajó al Señor.
El segundo, Nicodemo, tampoco consintió lo que hizo el Sanedrín, colaboró en el descendimiento de la Cruz y puso el Santo Cuerpo del Ungido en manos de María Santísima, colaborando a limpiar su sangre redentora.
Mientras José de Arimatea y Nicodemo embalsamaban el cuerpo muerto de Jesús, éste bajó a los infiernos para redimir a las almas que estaban en el seno de Abrahám y llevarlas al Cielo.
Creo en Dios Padre, Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre, Todopoderoso. Desde allí vendrá a juzgar a vivos y a muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable. Amén.
Credo de los apóstoles
El amor de Jesucristo al sacar las almas del seno de Abraham se perpetúa en el amor de ese mismo Jesucristo derramado en los corazones de los que hoy redimimos almas del purgatorio. No lo dude: hágalo también usted.
Si quieren saber algo más sobre la dignidad de José de Arimatea, pueden ver este video: