Yo no soy rico para hacer limosna

Muchas veces pensamos que no podemos hacer limosna porque no tenemos dinero. Para hacer limosna, hay que dar a otro, desposeyéndose uno de lo que tiene, para que pase a tenerlo el otro. Y todo esto hay que hacerlo de buen corazón, no porque venga el inspector de Hacienda y nos lo quite.

Podría pensarse que en el Evangelio hay ejemplos, puestos por el propio Dios, por nuestro Señor Jesucristo, que hacen referencia la limosnas hechas por personas muy pobres, por lo que ya se sabe que no hace falta tener mucho dinero para hacer limosna. Así es: no hace falta tener mucho dinero para hacer limosna.

Jesús estaba en el templo, y vio cómo algunos ricos ponían dinero en las cajas de las ofrendas. También vio a una viuda que echó dos moneditas de muy poco valor. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que esta viuda pobre dio más que todos los ricos. Porque todos ellos dieron de lo que les sobraba; pero ella, que es tan pobre, dio todo lo que tenía para vivir”.

Lucas XXI, 1 -4.

Pero no es eso de lo que estoy hablando. De lo que estoy hablando es de que hay mucha gente que no hace limosna porque considera mejor mantener su dinero en su bolsillo, con una finalidad legítima, por ejemplo, para mantenimiento de su propia familia.

Finalidad completamente legítima ya que la limosna no es obligatoria. Los impuestos son obligatorios. El mérito de la limosna consiste que se entrega dinero voluntariamente y por razón de misericordia.

Pero una vez que se asume que la limosna cabe incluso en las economías paupérrimas, y una vez que se aprende, de los labios de nuestro Señor Jesucristo, que la limosna de los menos pudientes es mucho más meritoria que la limosna de los ricos, podemos concentrarnos en una afirmación que, según revelación particular, no evangélica, recibió Santa Faustina Kowalska, y qué es esta:

«Si el alma no practica la misericordia de alguna manera, no conseguirá Mi misericordia en el día del juicio». Es lo que nos dice el evangelio:

34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

Mt. XXV, 34 – 41.

Nada tan barato, nada tan sencillo, nada tan útil para otro, como ofrecer una indulgencia plenaria por un alma del purgatorio. ¿Cabe acaso mayor limosna que dar a otro lo que no se puede pagar con dinero? Pues eso es lo que hace quien ofrece una indulgencia plenaria por un alma del purgatorio: dar a otro lo que ni éste ni nadie puede pagar con dinero. Nos lo explicó el propio Dios:

26 Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

Mt. XVI, 26.

Estamos hablando de mucho más que de limosna. Hablamos de la vida eterna. Busque en esta web cómo se lucra una indulgencia plenaria y empiece hoy a ofrecer su día por personas que están esperando que les llegue la Misericordia de Jesucristo, a través de usted, cuando gana una indulgencia plenaria y la ofrece por un alma del purgatorio.